¡Tú tienes un poder ilimitado!
Ten confianza en ti mismo, deja ir esa conversación en tu cabeza que te habla de miedo. El miedo solo existe en tu mente.
¿Te has puesto a pensar qué es el miedo?
Es solo una emoción, es una energía moviéndose a través de nuestro cuerpo que solamente dura 90 segundos, el tiempo en el que el cortisol y la adrenalina se reabsorben.
El propósito del miedo es protegernos, pero parece que lo hemos llevado a un nivel superior: A que nos bloquee, a que nos paralice, a que nos limite. Lo hemos convertido en un estado emocional permanente. Lo hemos transformado en “El dios del miedo” al que muchos no pueden, ni desean hacer frente.
Mucho se ha hablado a través del tiempo, de enfrentar al miedo, pero en mi opinión muy particular, esto solo le ha conferido un poder que no tiene.
Podemos elegir entre vivir llenos de amor o vivir llenos de miedo. Somos los protagonistas de nuestra vida y podemos elegir cómo deseamos vivirla y cómo queremos sentirnos.
Dicen que el miedo ahuyenta al amor y el amor ahuyenta al miedo. ¿Será cierto?
¿Cómo sería vivir permanentemente desde el amor?
Hay algo muy importante que debes considerar: Una emoción no tiene el poder de dañarte, al contrario, las emociones nos protegen. Nos envían un mensaje para que podamos movernos. Por ejemplo: Si vas caminando por una montaña y ves una serpiente, experimentarás una emoción que te permitirá ponerte a salvo del peligro. Ese es su único propósito.
¿Qué pasará si, en tu vida diaria, sólo observas esa emoción de miedo y no te enganchas con ella? ¿Qué pasará si solo observas una sensación recorriendo tu cuerpo, sin etiquetarla y sin ponerle historia? ¿Crees que se disuelva?
¿Has escuchado decir a alguien: Mi miedo o mis miedos? ¿Mi tristeza? Desde su lenguaje, ahí hay una presuposición de que ellas son vistas como una posesión. Eso es sumamente negativo, pues al cerebro no le gusta perder, por ende, es mucho más difícil moverse hacia una emocionalidad diferente
Algunas personas hacen permanentes sus emociones. Dicho de otra forma: Se adueñan de algunas emociones.
En un momento de mi vida, experimenté mucho miedo: Miedo a ser lastimada, miedo a sufrir, miedo a sentir dolor físico, miedo a morir, miedo a no poder mover un brazo, miedo a seguir sintiendo dolor, miedo a hacer algo mal, miedo a equivocarme, miedo a no tener la vida que tenía antes … miedo a todo. Incluso experimenté miedo a tener miedo. Hubo un momento en que por fin, me di cuenta del gran poder que le estaba confiriendo, pues toda mi atención estaba volcada en ello. Todas las conversaciones que tenía en mi cabeza eran acerca del miedo.
¿Qué me propuse hacer? Hacerme responsable por mi estado emocional y dejar de culpar a las circunstancias. Salí del papel de víctima y me convertí en la protagonista de mi propia vida.
También, moví mi atención a algo diferente al miedo. Cambié mi enfoque hacia el amor, hacia la gratitud, hacia la confianza. Comencé a apreciar todo lo que sucedía a mi alrededor. Todo tenía un propósito, aunque en ese momento no lo podía entender, decidí confiar.
Con respecto a la emoción, comencé a observar cuando llegaba a mí. Sólo me daba cuenta de ello, lo sentía y permitía que esa energía fluyera a través de mí. ¿Qué sucedía? Desaparecía rápidamente, pues dejé de ponerle la historia de antes. Dejé de juzgar esa emoción. Dejé ir el temor de experimentarla. Sólo era una sensación que se movía a través de mí.
Me di cuenta de que, quien tenía poder, era yo. No el miedo.
Una chispa de amor de la Coach LIZ BEREA
lizberea@mettaccoaching.com